sábado, 8 de junio de 2019

El problema de nuestro combustible

Mi consideración personal es que para hablar del problema de combustible en el país, nadie mejor que el andino. El andino, porque es a todas luces quien ha llevado la mayor carga en cuanto a la creciente problemática de distribución y comercialización de la gasolina en Venezuela. Ex profeso omito la fase de refinación, ya que esa si representa una de las mayores catástrofes de la revolución, por haber sumido en la quiebra a los complejos refinadores, orgullo de Venezuela en el Mundo. El andino, porque su proximidad a la frontera colombiana, lo hace testigo diario de los más variados tipos de contrabando de extracción que alguien pueda imaginar, aludiendo a los habitantes centrales y orientales, así como a los ciudadanos de otras latitudes, quienes ni en su mayor y mejor ficción, serían capaces de imaginar este desastre. El andino ha llevado la mayor carga en cuanto a la problemática del combustible. Llevamos diecisiete años, desde el paro del 2002, hasta la fecha, viendo como nos tratan y nos convirtieron en venezolanos de segunda. Para ese año, si bien es cierto que la crisis tocó a todas las regiones del país, no menos cierto es que al Táchira le cercenaron la capacidad de abastecimiento, de una manera alarmante. Las colas eran de días. La gente se involucró directa o indirectamente en el paro general convocado por la CTV y FEDECAMARAS, ya que rayaba en lo imposible movilizarse al trabajo o a cualquier otra actividad, lo único que se respiraba, que se vivía en aquel entonces, eran las largas e insoportables colas de gasolina. Una vez finalizada esta etapa de desabastecimiento, nuestro Estado nunca regresó a la normalidad, siempre (a partir de aquel entonces) las estaciones de servicio han estado abarrotadas de vehículos, entendiendo que son las que tengan combustible en un momento determinado. Diferentes factores han incrementado el precio de la gasolina que se comercializa en la frontera y aunque eso es materia de análisis posterior, bien vale el momento para acotar que ese factor de cambio, ese perturbador elemento de intercambio barato, descontrolado, ilegal, que se produce en la frontera, respecto de la gasolina, fue cobrando más adeptos día a día, tanto que viajar a la frontera se convirtió en un calvario, originado en la enorme cantidad de vehículos que a diario cruzaban el puente internacional o iban solo a San Antonio o Ureña a vender lo que acá es prácticamente regalado. La primera decisión del Ejecutivo Nacional, fue tratar de controlar el consumo de gasolina, mediante un chip adaptado a cada vehículo en su parabrisas delantero, dispositivo con el cual se vigilaba el dispendio del combustible. Muchas fueron las voces que se negaron, muchos los artículos, protestas, negativas a censarse, oposición a la medida, pero ya para el año 2010 era un hecho y la inmensa mayoría de los tachirenses tenían un chip en su vehículo. Robo de los chip, clonación, anulación, han sido solo algunos de los ilícitos a los cuales nos han sometido y cabe destacar que muchos de estos ilícitos son promovidos por los mismos organismos de gobierno, quienes tienen instalado todo un mafioso diseño de desbloqueo, recuperación o reinstalación del famoso chip, pero nueve años después, el sistema sigue intacto y cada día es más riguroso y grotesco, los cupos son menos y la cantidad de gasolina por cupo es cada vez menor. Entendiéndose por cupo, la cantidad de veces que de acuerdo a las regulaciones adoptadas por tipo de vehículo, capacidad y uso, le asignaron a cada uno, puede surtir gasolina durante un mes, sin que haya excusas ni emergencias que logren vencer la barrera de la capacidad en cupos o cantidad asignada. De tal manera que se consolidó, a través del Táchira, la triste realidad que hoy vivimos y padecemos los habitantes del Occidente, en cuanto al combustible y por ende el problema en sus derivados, tales como libre tránsito, turismo, desarrollo, entre otros. El Andino, como testigo de toda excepción, tiene en su nariz a las más variadas prácticas ilícitas de contrabando e intercambio de combustible. Hace 10 años era una un proceder en aumento, la venta de gasolina en La Parada, nombre con que se conoce la frontera entre Colombia y Venezuela, por el lado colombiano, bastaba con una mínima colaboración al funcionario de la guardia nacional, para pasar gasolina de contrabando y venderla en Colombia, una atroz práctica que muchos tomaron como fuente primaria y hasta única de trabajo. Con el cierre de los puentes internacionales, San Antonio del Táchira y Ureña se convirtieron en los intermediarios de la venta, originándose sendas mafias para la compra y el traslado del mismo. Desde paso de bidones de 20 litros, que es lo más comercializable en la frontera, hasta gandolas de 38.000 litros que pasan al lado colombiano. Forma de pago tradicional en una región en donde el efectivo de los bolívares ha sido desplazado por el peso colombiano, el dólar americano y la gasolina. Es insólito e inaudito observar en los diferentes comercios, se reciben pesos, dólares o gasolina. Las colas han sufrido cambios. Hace pocos meses se podía obtener el llenado del tanque, pernoctando en una estación de servicio por una noche o máximo dos. Hoy día puede pasar hasta 10 días en cola, sin garantía de que le surtan el combustible. Entre los bravucones de las colas, los grupos armados, los coleados, los que pagan, los amigos del dueño de la estación, los amigos de los funcionarios y pare de contar, no hay manera de garantizar el llenado. Hoy día y sin que la población logre despertar de la pesadilla, la misma sociedad se ha puesto de acuerdo en bajarse el cupo de gasolina a tan solo 20 o 30 litros por ocasión, con tal de garantizar el surtir a más vehículos de las colas. Esa misma sociedad se ha organizado para elaborar las listas de los vehículos con el fin de establecer un patrón y un criterio de llenado que garantice el suministro de todos los pobladores de un área específica, pero ya las costuras de estas prácticas están deteriorando el trabajo que algunos de forma Ad Honorem, han querido hacer. Quién garantiza que Vicente Colmenares, para ponerme de ejemplo, no se anote en todas las colas de todas las estaciones de servicio? Cómo depuramos las listas para llevarlas a un número real y manejable? Como inyectamos cultura y conciencia a los ciudadanos tachirenses, para que comprendan que su negocio va en detrimento del país? Estas no son tareas del venezolano para el venezolano, ni es nuestro deber cuidar la conducta impropia de nuestro vecino, familiar, amigo o compañero de trabajo. Esto es un problema de Políticas de Estado, de diseño de estrategias para vencer esta crisis. Sencillamente estamos frente a un problema de índole colectivo y de gobierno, que no tiene ni pretende tener una pronta solución. Mientras tanto, la crisis va en aumento y nosotros nos matamos para sobrevivir, peleando entre nosotros, sin ver objetivamente que nos faltan pantalones para sacar al usurpador. Vicente Colmenares Tovar.

1 comentario:

LAS REMESAS ROJAS

  Un dinero con poco esfuerzo     Hace algunos años, quizá más de los que estoy dispuesto a aceptar, Venezuela entera madrugaba. A las 4 am ...